miércoles, 8 de enero de 2014

cómo escribir


Escribir sin pensar, ese es el truco, la clave, la manera. Escribir sin pensar demasiado, dándote igual la forma, el estilo, repetir palabras, cometer errores, escribir sin darte ninguna importancia, escribir con la tele encendida o la música bien alta, escribir porque nos lo pasamos bien, teclear como si tocáramos un piano de puta madre, como si lo tocáramos realmente bien, escuchar una moto a lo lejos mientras tecleamos, lo que sea, da igual, el mundo no se va a parar con nosotros, digamos lo que digamos, para llegar a escribir algo con sentido no hay que pensar, eso, que más o menos ya lo sabía, acabo de verlo como una revelación esta mañana en el tren. Siempre, más o menos, lo he sabido, pero desde que empecé a escribir la novela, esa novela, esas 55.000 palabras que llevo de prosa que no sé por dónde va, ni para qué, desde que empecé, no he podido escribir bien, he escrito trocitos de algo que empieza y acaba sin ir mucho más allá, he escrito queriendo escribir bien, he escrito pensando en una gran novela, y ese es el error. No me he atrevido a dejarme ir como loco, cuando lo que hay que hacer es dejarse ir como loco, escribir como loco, soltarlo como loco, sin pensar, sin corregir, sin borrar, sin revivir, sin retocar, escribir a pelo, en crudo, rodar con lo escrito hasta no se sabe dónde. Ése es un buen truco. Disfrutar del simple tac tac del ordenador como hago yo esta noche, con el cuerpo limpio y el pelo húmedo, con la ventana del salón un poco abierta para que entre el aire, con luces pequeñas que iluminan los libros, los rincones, mi sofá, con mi móvil que me avisa si me escriben wasaps, con un libro de Ellroy a medio leer, con unos auriculares, con una planta que no muere aunque la deje sin regar una semana, miro mis pies, siento el calor de mi culo en el sofá, oigo los coches a lo lejos, como el oleaje, el sonido del tráfico no tiene por qué ser feo, si lo oyes un poco de lejos es como estar de vacaciones en una urbanización blanca de Almería, y se oye el mar de fondo, y bebes cerveza por la noche, y te echas unas siestas descomunales, y engordas y vives bien el verano, como un hombre confuso que no sabe qué hacer si no trabaja, un hombre que ve la tele para no mirarse a sí mismo, que bebe y come y se pone al sol igual que el resto y se abanica. Abanicarse es vivir, ver la tele es vivir, escribir es vivir. Yo, por lo menos yo, solo escribo de lo que vivo, lo que veo, la chica de 22 años sentada frente a mí en el metro, con las uñas perfectas, sin cutículas, limpias, redondas, manos ágiles con el móvil, sonrisa con dientes de ir mucho al dentista y cepillárselos bien tres veces al día, una chica simpática que contesta cuando un desconocido le pregunta algo, contesta y sonríe en lugar de mandarlo a la mierda. Trabaja de camarera, viste moderno, con gusto, tiene el pelo largo, castaño claro, recogido con una coleta, los labios rojos pero no recién pintados, es una chica guapa y natural, desenfadada, yo estoy sentado en frente y la miro, pienso en lo que sentiría si me acercara y pudiera olerla, si fuera mi novia, o al menos si fuera mi amante por un par de noches, la chica del metro de 22 años que nunca volveré a ver, se baja una estación antes que yo, mierda, ya estaba imaginándome que se bajaría en Sol, y que a lo mejor coincidíamos y nos montábamos en el mismo tren de cercanías, y yo me sentaba de nuevo frente a ella, y miraba sus labios y sus manos que seguirían con el móvil, sus uñas de no haber roto un plato, su piel de no haber tomado el sol, y le diría algo como quien no quiere la cosa, algo que no me dejara por tonto, que no se notara que voy a lo mismo que los demás, hola guapa como te llamas y chorradas así que nunca funcionan, pero de algún modo hay que acercarse, cómo si no, llegaremos a follar, en esta vida. El viaje es corto, de Madrid a Parla hay un suspiro y habría que darse prisa en hablar y parecer un hombre interesante, deseable, agradable, plausible, follable, pero ella se baja una estación antes de Sol, miro su culo descaradamente, no es la primera vez que un culo me sorprende para mal, pero con esta chica de 22 años no se da el caso. Su culo tampoco ha roto nunca un plato. Escribir así tal vez no sea escribir genial, tal vez no sea escribir Capote, ni Kerouac, ni escribir no sé Cervantes, tal vez sea una escritura de periódico de provincias, una escritura de bolsa de supermercado, de barra de pan, de kilo de tomates, una escritura de estar aquí en mi casa y escribir lo que se me pone en la punta, porque no se trata de triunfar, se trata de pasarlo bien haciendo ruido con las teclas, se trata de expresar lo que haya que expresar, esa comunicación que tal vez sirva para algo, esa comunicación que tal vez no sirva para algo. Estar aquí, vivir, ponerlo por escrito. Y ya. 

1 comentario:

isabel bono dijo...

y después coger unas tijeras de podar
y podar
y ya