lunes, 27 de enero de 2014

Carabanchel



Mi barrio eran 4 calles y un descampado. No me atrevía a ir más lejos yo solo, aunque tampoco me dejaban. Las tardes allí consistían en escapar, sobrevivir, no meterse en muchos líos o al menos no meterse en más líos de los que uno pudiera gestionar. Por alguna extraña razón casi todos los niños de mi barrio querían pegarme, por suerte yo era muy rápido y me colaba como un gato entre los coches, no sé, en aquel barrio vivíamos como salvajes, íbamos sucios, llenos de barro, con sangre en las rodillas, nuestro juego favorito era hacer círculos en la tierra y clavar dardos desde muy lejos. También nos gustaba tirarles piedras a los gitanos. A veces venía la policía. Había una chica en mi clase que se llamaba Vanesa, no me gustaba especialmente, pero cuando pasaba por mi calle yo le echaba una carrera a mi amigo David Quevedo para que ella nos viera. Al volver de la carrera nos cruzábamos y la saludaba. ¡Hola Vanesa! Yo levantaba el brazo y sacaba la lengua fingiendo cansancio. Ese era mi gran momento. ¡Hola Vanesa! ¡uf! Ella también decía hola y sonreía. Era morena, con el pelo largo y liso y los ojos un poco achinados. Iba con su madre de la mano y todavía llevaba el uniforme del colegio. No sé por qué sentía la necesidad de llamar su atención. Cuando no estaba mi amigo David Quevedo me tenía que conformar con tirar piedras o escupir lejos para que me viera. ¡Hola Vanesa! pero no era lo mismo.

No hay comentarios: