lunes, 26 de noviembre de 2012

TBPOML 12 (EL NIÑO GUSANO)

 En la época del instituto me gustaba escuchar “El niño gusano” mientras intentaba quedarme dormido, me daba buen rollo poner “El niño gusano” en el walkman y tararear sus canciones. No podía dormir en silencio, no podía arriesgarme a oír lo que pasaba en mi cabeza. Estaba obsesionado con las rozaduras de la piel que me salían constantemente en el glande y en el escroto, tenía la piel muy delicada y eso me preocupaba, no me dejaba dormir, no me dejaba follar a gusto. Me preguntaba cómo sería el mundo sin que te escocieran los huevos al montar en bicicleta, cómo sería despertarse una mañana y ser feliz. Tampoco podía dormir con la luz apagada. 

 Iba mucho al médico. Todos los meses tenía que ir al médico por algo, iba por el reuma, por el dolor de espalda, por el asma, por los mareos, por el colesterol, por la dermatitis, le preguntaba a mi madre en la sala de espera ¿mamá y si esto no se cura nunca? y mi madre, que no hijo, cómo no se te va a curar, pero si no es nada. Mi postura ante el mundo era extrema, todo lo veía en términos de siempre o nunca, todo era cuestión de vida o muerte, blanco o negro, salud o enfermedad incurable. 

 Me ponía gasas, me lavaba con infusiones de manzanilla, me ponía cremas, iba a varios dermatólogos a la vez, me hacían cultivos, raspados, análisis, todos decían lo mismo, esto parecen hongos, ponte esta pomada, parecen hongos, ponte muy poquita cantidad por la mañana y por la noche durante 2 semanas, Betamicoter, Canesten, Brentan, ponte calzoncillos de algodón, es normal que aparezcan nuevas lesiones una vez empezado el tratamiento. Pero nunca me curaba del todo, volvía a tener molestias, volvía a tener picores, aprendí a decir prurito, aprendí a decir hipersensibilidad, descubrí algunos efectos secundarios. 

 Después de varios años sin solución empecé a ser consciente de que podía vivir con la dermatitis, no me estaba muriendo, podía ir a la universidad y llevar una vida casi normal, así que poco a poco dejé de pensar en ello, dejé de darle vueltas, pude apagar la luz, pude dormir, pude follar con chicas, me enamoré. Mis obsesiones dejaron mi pene tranquilo para pasar a otras partes del cuerpo y de la vida.

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