lunes, 14 de octubre de 2013

MI VIDA POR FUERA 1

PONERLE UNA MARCA A MI ESTILO DE VIDA y hacer ropa y perfumes y complementos y diseñar la cocina y los muebles  y diseñar mi vida por fuera y diseñar mi vida por dentro. 


 Mi vida por fuera tiene un gato. Una gata que se llama Sola y tiene la cama donde duermo como su lugar favorito para dormir también. Es una gata gris atigrada, de ojos verdes y bigotes que apuntan hacia delante cuando tiene ganas de marcha. Tener ganas de marcha es tener ganas de jugar. Mi gata está capada. No le corto las uñas porque me da pena maquillar a un animal, el animal debe ser salvaje aunque viva en casa y se baje de la encimera cuando se lo ordenas. Sube de un salto a la encimera para olisquear, al principio se lo tenía prohibido, pero ahora me da igual, hay que dejar al gato subirse donde quiera, el gato solo es feliz subiéndose a los sitios. A veces la sorprendo en el fregadero, bebiendo del agua sucia de los platos sucios, pero Sola, le digo en voz alta y con un poco de guasa, pero Sola, si tienes agua limpia en tu cacharro, anda baja, y Sola baja rápido porque sabe que no me gusta que beba agua sucia de los platos sucios. Ya he dicho que le gusta dormir conmigo. Cuando llega la hora de irse a la cama, que es más o menos sobre las 12 y yo estoy escribiendo en el salón sin hacer caso de la hora ni de Sola, ella se sienta en el suelo a mi lado y maulla, vamos, dice, miau, dice, es la hora de acostarse, maulla. Yo al principio alucino un poco, no puede ser, qué gata más lista, acerco la mano y la acaricio, qué pasa Sola, ¿quieres ir a dormir ya? Sola se restriega la cara con mi mano, con mis pies, yo a veces sigo escribiendo, pero otras veces apago las luces y me acuesto. Sola salta sobre el edredón y empieza a ronronear y a moverse de una punta a otra de la cama rozándose conmigo, con mis piernas, mis pies, mis manos, acerca su hocico a mi nariz y olfatea, sigue ronroneando y de vez en cuando maulla, miau, es un maullido corto, en plan aquí estoy yo, o qué bien estoy aquí, o esta es nuestra cama y me mola dormir contigo, amigo mío, hermano mío. A veces se tumba sobre mi pecho o mi barriga, pero como está ronroneando y mueve las garras como si estuviera dando un masaje, me clava las uñas en la barriga y eso duele, así que suelo sujetarle un poco las garras con una mano para que no me haga daño hasta que deja de ronronear y se queda dormida, o se levanta de un salto a beber agua. Dormimos juntos toda la noche. Por mucho que me mueva en la cama, ella sigue ahí cuando me despierto y le doy los buenos días, ella saluda con los ojos entornados, con sueño, yo madrugo y ella sigue durmiendo en la cama cuando me voy a trabajar. Sola es una gata lista y juguetona. Cuando vuelvo del trabajo está justo detrás de la puerta, me da la bienvenida y corre a afilarse las uñas en el arañador de esparto que le compró mi padre. Mi padre quiere a mi gata como a un hijo, o como a un nieto. Siempre que viene a casa a verme a mí o a ver a la gata, me dice, mira, mira lo que hace, mira lo que hace, y yo, ya lo sé papá, la he criado yo, sé lo que hace, no seas pesado con la gata. Y mi padre, pero ven, mira, si es solo por gusto, mira. Mi padre cuidó de mi gata durante un año y medio mientras yo viajaba por el mundo. Cuando volví a ver a Sola, la vi mucho más guapa, pero más mimada y caprichosa. Mi padre malcrió a la gata igual que malcrió a los nietos. Los abuelos no tienen la culpa. Esto es así siempre. Ayer oía a la vecina de enfrente discutir con su madre por lo mismo. La vecina de enfrente es rubia y yo de pequeño estaba enamorado de ella. Ahora tiene un hijo. Ella tiene un hijo y yo sigo enamorado. Rubia y de piel muy blanca y ojos verdes. Pero yo no quiero hijos. Ya tengo dos sobrinos y tengo a la gata. Sola me da la bienvenida cuando vengo del trabajo, yo me vacío los bolsillos mientras hablo con ella y la silbo, me quito la chaqueta, me descalzo, entonces la cojo en mis brazos como a un bebé y canto una canción que me invento sobre la marcha mientras la mezo, hola Sola hola Sola ay ay ay Solita qué pasa ay qué guapa eres. Luego la dejo en el suelo y nos tumbamos los dos y jugamos un rato, ella se estira para que la acaricie, y ronronea. A los cinco minutos, ya no me acuerdo de nada del trabajo, me encuentro a mí mismo riendo y jugando y los problemas dejan de ser importantes frente a este ser vivo que te recuerda dónde estás y cual es tu camino. Un gato que te habla, un gato que te escucha, un gato que te araña jugando y que te quiere. Un gato que te hace un poco más feliz solo por el hecho de estar ahí, tirado al sol, por el hecho de mirarte y tocarte con la pata para jugar y morderte las revistas y los libros y las facturas y arañar los muebles y soltar pelo. Un gato. Una gata. Sola. Alguien a quien quieres cada día que pasa un poco más.

1 comentario:

Sansón dijo...

Y wi llegas a tenerla mucho tiempo 16 años tuve yo a Barkley veras que parece que se te ha marchado tu mejor amiga, hermana o algo parecido