martes, 18 de junio de 2013

y perdona nuestras deudas


Yo iba a un colegio privado que se llamaba Nuestra Señora de la Merced. Allí aprendí a moldear plastilina y a rezar el padre nuestro. Rezábamos el padre nuestro todas las mañanas. Bueno, más que rezarlo lo cantábamos. La profesora no quería que lo cantáramos, quería que lo rezáramos normal, a ver, padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, pero no sabíamos rezar normal, la canción nos salía sola, el padre nuestro tenía como una musiquilla que no podíamos ignorar y cantábamos todos de pie, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. La profesora se enfadaba, a ver, ya estáis cantando otra vez, pero es que si no lo cantábamos no sonaba real, no tenía efecto en nuestras vidas, las restas luego salían mal, la profesora escribía torcido en la pizarra, el pan nuestro de cada día dánoslo hoy, etc. 

En mi clase había un niño con cara de chimpancé que iba siempre repeinado hacia atrás y hacía unas figuras de plastilina alucinantes, sobre todo vegetales, cogía la plastilina verde y hacía lechugas, las lechugas le quedaban genial, las moldeaba hoja por hoja, con paciencia, decía que es que sus padres tenían una frutería y que era por eso. 

Amén.

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