domingo, 4 de diciembre de 2011

vuelvo de Mercadona y me doy cuenta de que todo lo que compro está envuelto en bolsitas de plástico


Va pasando tu vida, que son los 34 años sobre el mundo tomando postres y litros de coca cola, diciendo todo está perdido, ya pasó tu mejor momento, para qué intentar desarrollar abdominales, para qué trabajar la resistencia, ya es normal perder el aliento al subir las escaleras. Pienso en la salud, pienso en la alimentación, pienso en la energía que hay que obtener de los nutrientes. La pureza de la fruta brillante, las manzanas llenas de luz, ir al árbol, coger moras, poder tocar directamente las patatas con las manos para quitarles la tierra. Hoy he ido a Mercadona para llenar la nevera. La nevera es vida, es el armario blanco de las latas de cerveza frías. Busco en los pasillos de Mercadona ese milagro natural que es la comida, la vitamina, el oligoelemento esencial, el mineral, el calcio, quiero morder en lo más puro de los corazones de manzana, pero las manzanas vienen en bandejas de poliestireno envueltas en plástico, las naranjas para zumo vienen en redes, los plátanos de Canarias vienen en bolsas de plástico, igual que los tomates cherry, igual que las barras de pan, igual que los filetes de ternera, igual que las espinacas, igual que las zanahorias, hasta un alimento impuro como son las madalenas vienen envueltas individualmente con su plastiquito. Dónde está el contacto íntimo del hombre con su comida, dónde queda eso que fuimos, nosotros éramos trashumantes, éramos recolectores, éramos gente en forma, fibrosa, hambrienta. Ahora me gustaría cazar un ciervo y comérmelo, desayunar agua de río y ciruelas, me gustaría creer que aun me quedan cosas importantes por hacer y alimentarme en condiciones. Tal vez la vida aun me sorprenda. Tal vez, algún día, pueda comer las uvas directamente de la parra.

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