domingo, 18 de agosto de 2013

lunes 3

Llevo tanto tiempo sin escribir que casi se me olvida la sensación de obligarte a abrir el portátil y teclear. Antes escribía porque no podía vivir sin escribir, ahora me doy cuenta de que no hace falta escribir, de que la literatura aburre, de que una vida deprimida y ajetreada reduce la literatura a mierda. Así está siendo mi vida ahora. Me miro los pies descalzos, miro mi camiseta, oigo la fuente de la plaza y tomo conciencia del tiempo y del espacio. Mi cama, mi pueblo, mi universo. Estar vivo es tan poquita cosa, voy a los museos y veo cuadros de pintores que ya no están, leo libros de escritores que ya no están, veo películas donde salen actores en blanco y negro que se mueven así y levantan una ceja cuando fuman y ya no están. No estar es estar muerto. Es duro entender que la única razón por la que estamos aquí es la razón que nosotros queramos darle. Darnos. No existe una trascendencia. Si el sentido de mi vida es escribir bien, pues será ese. Si lo que quiero es ser un buen samaritano, ayudar, cambiar pañales, dar de comer a los pobres, pues ya está. El tiempo pasa. Es decir, mirarme los pies mientras escribo es una forma de recordarme que estoy aquí y tengo pies. Que puedo respirar para contarlo. Por eso actualizo el blog. Al venir al pueblo he adelantado muchos coches, algunos de ellos eran buenos coches, de marcas caras, coches que nos desplazan por estas carreteras que construimos para nuestros coches y llegar de aquí a allí en 4 horas. Pienso en el mundo, las carreteras, mis manos que se agarran al volante, la amortiguación del coche que funciona bien, los conductores de los coches que adelanto a los que a veces miro con desprecio. Son lentos, sólo piensan en sí mismos. Pienso en qué será de mí, dónde aparecerá la felicidad, qué sentido le daré a esta vida que circula por mi izquierda. Por eso actualizo el blog. Sigo aquí y puedo decirlo. No es necesario más. 

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