domingo, 30 de octubre de 2011

sobre cómo titular poemas, cosas que me interesan, Alberto Olmos, Busan, Reikiavik, Oslo, la milimetría literaria y Tao Lin

Hace poco, al final de esta entrada dije que escribiría un post sobre esas cosas que me interesan y me impulsan a escribir. Creo que lo que me interesa desde el punto de vista literario cada vez es menos literario, cada vez es menos interesante para la humanidad. Pero no hay remedio, uno tiene que tirar por donde le pica y si fracasa al menos habrá sido sincero, puro, eso del artista con mayúsculas. 

Lo primero que quiero decir, es que no tengo un gran bagaje cultural, no sé razonar o argumentar de manera convincente practicamente nada, lo que me gusta, lo que me mueve, lo que me despega el culo del sofá, tiene que ver más con las sensaciones que con las ideas. Intuiciones, lado derecho del cerebro, ya sabes. 

Por ejemplo, el título de mis poemas. Cada vez es más común en mí, a la hora de titular mis poemas, poner algo que no tiene nada que ver exactamente con lo escrito, algo que encuentro en medio del folio, una frase que leo de repente, lo que veo sobre la mesa o en la tele justo cuando estoy pensando ¿cómo mierdas lo título?, es como una especie de juego, me divierte no decir lo que se supone que hay que decir y que luego cada uno interprete lo que quiera y sea feliz. Esto está relacionado, digo yo, con el sinsentido de las cosas que nos empeñamos en clasificar y comprender y no en aceptar y apreciar que son como son y no tienen por qué tener un mensaje oculto. Aunque lo tengan. 

Decir, en segundo lugar, que me interesan las pequeñas cosas no sería decir mucho, pero es que a mí ya no me apetece escribir sobre el amor, sobre el dolor, la muerte o el crudo invierno ¿de verdad a alguien le sigue apeteciendo leer sobre las grandes sensaciones de  vacío o dolor?. Mi vida, está determinada por otras cosas, y es aburrida. Leo revistas de tendencias, me inquieta la forma de vestir de las personas, veo una foto de una ciudad cualquiera y me pregunto de manera insistente y feroz cómo sería vivir allí, pero no me lo pregunto de pasada, sino que dedico tiempo a imaginármelo, es algo que me gusta, pensar que cambio mi vida actual por la un campesino en Nepal, o que empiezo a vivir en Oslo, con esos tejados a dos aguas, las ayudas del gobierno, el frío intenso. La estética del entorno es algo tremendamente importante, me duele asomarme a la ventana y ver esta ciudad horrorosa hasta el espanto (Málaga, salvo casco antiguo y Limonar-Pedregalejo) y sin embargo, no sé por qué, me apetece irme a vivir a un bloque colmena como los de Busan, que tampoco es lo más cool del mundo:

Bloque de viviendas de la ciudad de Busan
Vivir en un sitio así, tiene el encanto del anonimato, miras hacia arriba y dices ahí vivo yo, soy un hombre de mi siglo, no soy nadie, veo la tele, juego a videogames, procuro llevar siempre algo de marca y me alimento de productos embasados. Morir de cáncer será algo habitual. Por otro lado, Oslo o Reikiavik también son lugares donde me sentiría feliz. Pero ahora no me apetece explicarlo más.

Por eso me gusta la poesía que no tiene demasiadas pretensiones, por eso me gustan las novelas que no van de novelas. Ya me estoy cansando de escribir y de explicarme. Un señor que se llama Alberto Olmos critica que en algunas novelas se nos muestre cómo el personaje abre la nevera, se prepara un sandwich, pone algo de música, se sienta unos segundos mientras espera a que hierva el agua, etc. Muy bien, pues esas son las cosas que me gustan, opino lo contrario que Alberto Olmos. Tengo un elevado concepto de la escritura de este señor, sin embargo el único libro que me gusta de todo lo que ha escrito es Trenes hacia Tokio, precisamente porque es un libro donde pasa de contarnos grandes historias y se centra en la milimetría de lo que ocurre, nadie aparece de pronto y nos asesina, nadie, ni siquiera el escritor, pretende demostrar que sabe escribir muy bien, la gran novela, cosa que en el resto de sus obras (por ejemplo la última, Ejército enemigo) intenta hacer y cansa. Nunca he leído nada mejor que la serie de los unos y los ceros que Alberto Olmos escribió en su blog durante un tiempo (ahora no la encuentro, creo que la borró) y sin embargo, su última novela es un artefacto acartonado que pierde el interés en la trama y en el "lenguaje de escritor" que mete todo el rato sin saber por qué. 

Por esto mismo me gusta la poesía de Tao Lin. Alguien cuyos poemas tienen títulos tal que: 
"si un camión me diera un pequeño golpe esta noche, por mi ok"
"cosas que quiero hacer hoy"
"Enero, Febrero, Marzo, Abril, Mayo, Junio, Julio, Agosto, Septiembre, Octubre, Noviembre"
"Apreciarme por todo lo bueno que he hecho en el pasado"
"Cosas que me has enviado por email"
digo, que alguien que titula así sus poemas, despierta todo mi interés. Y a la mierda con Shakespeare.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo estoy contigo. A mí me gusta eso, y por eso me gustó Trenes hacia Tokio. Y me gusta que abran la nevera, saquen pan bimbo y se hagan un sandwich. No sé, es plástico, visual, es fácil de ver, me hace sentir bien. A lo mejor es fácil, o a lo mejor no tanto.

Te animo a que leas mi novela, que doy fe que aún no lo has hecho ;)

Pablo.