domingo, 16 de octubre de 2011

Elliott Smith, la poesía joven y mi gata Sola

Siempre el hilo musical. Son las 12:26 y escucho Elliott Smith. Me entusiasma Elliott Smith. Acabo de leer su pequeña biografía wikipédica y me maldigo por no saber inglés en condiciones. Quiero entender sus letras sin ayuda de Google Translate. Veo y leo un artículo en el cultural sobre jóvenes poetas, eso me recuerda que, este lunes, cuando llegue al trabajo, debo dedicarme 15 minutos a mí mismo y buscar y pedir los libros de los autores que necesito leer, autores jovencitos, nuevos, lisos, suaves como papel de regalo, algunos fueron jóvenes hace unos años y sacaron libros de éxito y no los leí y los quiero leer ahora, Carmen Jodra, Elena Medel, otros son puro presente, Teresa Soto, Pablo Fidalgo, Rodrigo Olay, no he leído nada de ellos, puede que me defrauden, pero seguro que aprendo algo, quiero leerlos para aprender, para ser mejor, porque la persona que quiero ser se esforzaría por conocer lo nuevo y ser lo nuevo. Lo que ocurre es que el trabajo es una vorágine de prioridades y prisas y emergencias y documentos y correos electrónicos y la gran responsabilidad sobre los hombros que me obliga a olvidar todo lo que quiero hacer para alcanzar mi frágil felicidad, detenerme dos segundos, buscar un autor que me apasione, no, no hay tiempo, por eso lo escribro aquí, para que no se me olvide, alcanzar el objetivo de ventas es un trabajo duro que hace que te duelan los riñones, la cabeza, el quiste del epidídimo. Es imprescindible leer todo lo nuevo, Andy Warhol iba a todas las fiestas para saber qué se cocía por ahí, uno debe leer todos los libros, al menos, los libros jóvenes. Ya no me interesa Leopoldo María Panero ni Federico García Lorca, esa es la papilla que tienes que tragar, la comida para gatos hasta 12 meses, el plátano machacado, el melocotón sin piel, los taquitos de jamón y un vaso de leche. Creces y tienes que pasar página, dónde está el Whisky, el caviar, la tortilla de patatas deconstruida, dónde está la novedad, la ruptura con lo que alguien escribió hace 15 años. Mi gata me toca el antebrazo y dice miau, quiere que la acaricie, hola Sola (mi gata se llama Sola) y la acaricio un rato y ella se siente segura y feliz, con el estómago lleno de pedacitos de carne en salsa, es casi lo único que come, se la dejé un mes a mi padre para que la cuidará mientras yo estaba fuera y mírala, ahora tengo una gata caprichosa y sibarita, pero muy lista. Maulla de forma diferente según quiera una cosa u otra. Yo la entiendo. Apunto en mi cuaderno de apuntar cosas, algunas ideas para poemas que al final no escribiré, los temas que me interesan cambian, no puede ser de otra manera, pero creo que cada vez son menos interesantes para el resto de seres humanos que leen libros. Sobre las cosas que me interesan y que me empujan a escribir, habrá que esperar a otro post, que tengo hambre.

2 comentarios:

Odal Orto dijo...

Me gusta lo de la papilla. Te lo tomo prestado para hablar de los clásicos el jueves, que tengo club de lectura.

María Jesús Siva dijo...

Me reconozco en todo lo que describes. La falta de tiempo para hacer lo que uno quiere es lo más doloroso. Los poemas que no se escribiran pero se saben de memoria dentro de nuestras cabezas, siempre esperando un tiempo mejor. Mi gata solo come pienso y se alegra cuando llego a casa y me espera sentada al lado de la puerta con su maullar meloso que oigo al salir del ascensor, en ella vuelco mis miedos y aun no ha decidido abandonarme. Mañana es ya otro día.
Saludos desde Ítaca, cuesta llegar pero espero que regreses