La felicidad necesita agua y sol. Alcohol también. En un chiringuito con David en Torrevieja fui feliz. En un chiringuito con David y Pichu en Alicante fui feliz. El día de mi Primera Comunión cuando me bañaba por la tarde en la piscina de la urbanización y mis abuelos me preguntaban cual era el día más feliz de mi vida y yo respondía que era este y daba volteretas en el agua fui feliz. El día en que T aceptó salir conmigo y yo la acompañé hasta el portal y nos besamos y volví a casa saltando para tocar las ramas de los árboles fui feliz. El día en que me salté una clase de matemáticas y follé por primera vez con T y luego al volver al instituto me moría de ganas por contárselo a David y se lo conté y me dijo qué cabrón y nos dimos un abrazo fui feliz. Siempre que juego al baloncesto soy feliz. La noche en que David y yo nos bebimos tres botellas de buen vino jugando al Señor de los Anillos en la PlayStation 2 fui feliz. El día en que aprendí a nadar yo solo en una piscina fui feliz, aunque era incapaz de sacar la cabeza para respirar. Cuando por primera vez le toqué una teta a T mientras veíamos una película en el cine fui feliz. Siempre que me baño desnudo en el mar y salto las olas de espaldas soy feliz. Tomando withe russians con Teresa y Sergio en el Arte-Espíritu en Alicante fui feliz. Una tarde con veintitantos años, cuando durmiendo la siesta en mi sofá nuevo, me desperté de repente pensando que tenía que ir a trabajar y caí en la cuenta de que no, de que era sábado, y tenía un día y medio por delante y volví a dormirme mientras miraba el pilotito rojo de la cadena de música y sonreía y decía aaahhhh fui feliz. El día en que me compraron la Super Nintendo fui feliz.
continuará
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