La literatura ya no es lo que era, quiero decir, lo que
antes era literatura ahora ya no lo es, lo que antes era literatura ahora es
imitación, el séquito tras la cruz, aleluya hermanos aleluya. Pero hablemos de
poesía. Y oremos. Lo que antes era escrito por obra y gracia del espíritu
santo, la inspiración, las drogas, lo que antes era escrito para decir he
escrito un poema, estuvo bien en su momento, valió la pena, claro, nos trajo
hasta aquí, Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra
a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores
platónicos bajando de espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del
Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando, susurrando, y es algo necesario y bueno, pero tenemos que seguir,
crecer, mirar atrás y apuntarlo en el diario como Peter Handke y evolucionar.
Ahora somos física cuántica.
Intentaré
decirlo finamente: estoy hasta los cojones de leer siempre lo mismo, el cartón,
el ladrillo, el taco de madera, leer siempre el corazón, leer siempre la
lluvia, leer siempre lo de siempre, el sentimiento, el odio, la locura. Tengo
una soledad tan concurrida, y viceversa. Ver amanecer está muy
visto, ya nadie ve realmente amanecer, cuando amanece o estás en el metro, o
estás en la ducha, o estás viendo porno en internet. Ahora, hoy, la poesía está
en Palo Alto. En Palo Alto todo el mundo es joven y feliz, el dedo creador de
las start ups, la vida alegre del pantalón del pijama y la tecnología, pero no
se trata de decir Google, Twitter, Facebook, no se trata del mensaje por Skype
que no llega, el ruido de la tele y toda la música gratis. Si nuestra vida
cambia ¿por qué no lo hace nuestro modo de sentir y de comunicar lo que
sentimos? Ya no se trata de profundizar porque lo profundo no se entiende como
antes, ahora hay que tocar, enlazar, hacer networking, el poema debe ser la
malla que todo lo conecta, el poema dice que ahora, hoy, cualquier color nos
vale para ir a Starbucks, que todo queda bien mientras se consiga de nuevo la
extrañeza que nos falta, la sorpresa, el discurso audiovisual que diga algo y
que se entienda. El oh! el ah! el caramba! de Wim Wenders, jamás hubo tantos
motivos para llegar al paroxismo poético como ahora. Toda la poesía del
romanticismo alemán no me conmueve tanto como un catálogo de Ikea o la revista
Mujer Hoy. Esto es así ahora, hoy, tenemos que aceptarlo en nombre de la
literatura. Hay una conmoción estética en todos los muros de Facebook y no
entiendo por qué ningún poeta habla de ello. La sorpresa de cada título en
los poemas de John Ashbery, por ejemplo.
2 comentarios:
ha sido casualidad el pasar, recordaré haber estado aquí
Gracias J.G. vuelve cuando quieras, aunque sea de casualidad :)
Un saludo
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