domingo, 11 de septiembre de 2011

Charles Darwing y la poesía













La literatura ya no es lo que era, quiero decir, lo que antes era literatura ahora ya no lo es, lo que antes era literatura ahora es imitación, el séquito tras la cruz, aleluya hermanos aleluya. Pero hablemos de poesía. Y oremos. Lo que antes era escrito por obra y gracia del espíritu santo, la inspiración, las drogas, lo que antes era escrito para decir he escrito un poema, estuvo bien en su momento, valió la pena, claro, nos trajo hasta aquí, Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajando de espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando, susurrando, y es algo necesario y bueno, pero tenemos que seguir, crecer, mirar atrás y apuntarlo en el diario como Peter Handke y evolucionar. Ahora somos física cuántica.

Intentaré decirlo finamente: estoy hasta los cojones de leer siempre lo mismo, el cartón, el ladrillo, el taco de madera, leer siempre el corazón, leer siempre la lluvia, leer siempre lo de siempre, el sentimiento, el odio, la locura. Tengo una soledad tan concurrida, y viceversa. Ver amanecer está muy visto, ya nadie ve realmente amanecer, cuando amanece o estás en el metro, o estás en la ducha, o estás viendo porno en internet. Ahora, hoy, la poesía está en Palo Alto. En Palo Alto todo el mundo es joven y feliz, el dedo creador de las start ups, la vida alegre del pantalón del pijama y la tecnología, pero no se trata de decir Google, Twitter, Facebook, no se trata del mensaje por Skype que no llega, el ruido de la tele y toda la música gratis. Si nuestra vida cambia ¿por qué no lo hace nuestro modo de sentir y de comunicar lo que sentimos? Ya no se trata de profundizar porque lo profundo no se entiende como antes, ahora hay que tocar, enlazar, hacer networking, el poema debe ser la malla que todo lo conecta, el poema dice que ahora, hoy, cualquier color nos vale para ir a Starbucks, que todo queda bien mientras se consiga de nuevo la extrañeza que nos falta, la sorpresa, el discurso audiovisual que diga algo y que se entienda. El oh! el ah! el caramba! de Wim Wenders, jamás hubo tantos motivos para llegar al paroxismo poético como ahora. Toda la poesía del romanticismo alemán no me conmueve tanto como un catálogo de Ikea o la revista Mujer Hoy. Esto es así ahora, hoy, tenemos que aceptarlo en nombre de la literatura. Hay una conmoción estética en todos los muros de Facebook y no entiendo por qué ningún poeta habla de ello. La sorpresa de cada título en los poemas de John Ashbery, por ejemplo.

2 comentarios:

J. G. dijo...

ha sido casualidad el pasar, recordaré haber estado aquí

xxxxxxx dijo...

Gracias J.G. vuelve cuando quieras, aunque sea de casualidad :)

Un saludo