Va
pasando tu vida, que son los 34 años sobre el mundo tomando postres y litros de
coca cola, diciendo todo está perdido, ya pasó tu mejor momento, para qué
intentar desarrollar abdominales, para qué trabajar la resistencia, ya es
normal perder el aliento al subir las escaleras. Pienso en la salud, pienso en
la alimentación, pienso en la energía que hay que obtener de los nutrientes. La
pureza de la fruta brillante, las manzanas llenas de luz, ir al árbol, coger
moras, poder tocar directamente las patatas con las manos para quitarles la
tierra. Hoy he ido a Mercadona para llenar la nevera. La nevera es vida, es el
armario blanco de las latas de cerveza frías. Busco en los pasillos de
Mercadona ese milagro natural que es la comida, la vitamina, el oligoelemento
esencial, el mineral, el calcio, quiero morder en lo más puro de los corazones
de manzana, pero las manzanas vienen en bandejas de poliestireno envueltas en
plástico, las naranjas para zumo vienen en redes, los plátanos de Canarias
vienen en bolsas de plástico, igual que los tomates cherry, igual que las
barras de pan, igual que los filetes de ternera, igual que las espinacas, igual que las zanahorias,
hasta un alimento impuro como son las madalenas vienen envueltas
individualmente con su plastiquito. Dónde está el contacto íntimo del hombre
con su comida, dónde queda eso que fuimos, nosotros éramos trashumantes, éramos
recolectores, éramos gente en forma, fibrosa, hambrienta. Ahora me gustaría
cazar un ciervo y comérmelo, desayunar agua de río y ciruelas, me gustaría
creer que aun me quedan cosas importantes por hacer y alimentarme en
condiciones. Tal vez la vida aun me sorprenda. Tal vez, algún día, pueda comer las uvas directamente de la parra.
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