Ayer echaron Amadeus en la tele, confutatis
maledictis, flammis acribus addictis, Mozart en la cama, medio muerto,
componiendo su misa de réquiem con ayuda de Salieri, voca me cum benedictis,
oro supplex et acclinis. Antonio Salieri, gracias a wikipedia sé que estudió
violín con Giuseppe Tartini y se consagró en el panorama musical de la época
con la ópera L'Europa riconosciuta. Salieri es el mediocre
y Mozart el genio, Salieri es gilipollas y Mozart el genio, Salieri tuvo fama,
dinero, pianos y zapatos de charol, Mozart se drogaba y sudaba mientras
componía lo que ahora son obras maestras y en su tiempo simplemente eran óperas
resultonas, divertimentos, juegos, caprichos, pizzicatos, y polvos. Nos
afligimos por Salieri y decimos, joder con Mozart, qué puto genio. ¿Cómo se
pasa de Salieri a Mozart? ¿Qué hay que hacer? Si pudiera elegir, en su momento
yo habría querido ser Salieri, y que le dieran por culo a Mozart. Salieri vivía
mejor, era un funcionario de la música, Mozart era el genio atormentado que
murió pronto, el genio que destruye, que consume, la absoluta brillantez que
deja ciego y vuelve loco, que te adelgaza hasta casi desaparecer para que
solamente quede la obra, la creación que es el hágase la luz, cor contritum
quasi cinis, gere curam mei finis. Sin embargo ahora solamente escucho a
Mozart, de Salieri no he oído nada, Mozart escribió en el siglo XVIII una misa
universal y atemporal, la misa perfecta para preparar el desayuno de los
sábados, Mozart medio muerto en la cama y yo con el tazón de cereales 250 años
después, Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona eis requiem sempiternam. El
desayuno de los sábados y el periódico de los domingos. No hay nada en el mundo
que me apetezca más hacer. Hosanna in excelsis.
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