lunes, 21 de mayo de 2012

lo que saldrá de aquí 2

Yo quería conocer a Dios. 

Se lo dije a mi hermana, se lo dije a mis abuelos. 

Realmente lo que dije era que quería ver al niño Jesús. Estábamos todos en el piso de Carabanchel, yo tenía entre 3 y 5 años y mi hermana me dice, pues es muy fácil, solamente tienes que matarte, así vas al cielo y ves al niño Jesús, yo digo, vale, así que me levanto, salgo del salón y camino hasta mi dormitorio, abro la ventana, acerco una silla y me subo primero a la silla y luego al poyete de la ventana para dejarme caer al patio de mi vecina Carmen. Mi madre llegó justo a tiempo. 

 Carmen fue la primera novia que tuve. La primera chica a la que besé con lengua. 

 Pienso que si ahora estoy aquí, en parte fue por la intuición de mi madre, que me vio desde la cocina atravesar el pasillo. Qué cosa pasaría por su cabeza mientras limpiaba el pescado o hacía una tortilla, qué rayo de luz, qué sombra se le apareció, que le hizo pensar: vete a ver que hace este niño que seguro que no es bueno. 

 Poco tiempo después también me pilló dándome besos con mi vecina Carmen. Niño malo. 

Yo creía en Dios. 

Dios y el demonio eran tan reales como el miedo cada noche a sacar las manos por el borde de la cama. 

Mis abuelas eran muy creyentes, mi abuela Josefa le rezaba todos los días a las ánimas benditas, a San Antonio, a Santa Gema, decía que si no rezaba los muebles hacían ruidos, se oían golpes, gritos, hay que rezar a las ánimas benditas, decía, y yo me imaginaba luces de color morado y caras tristes que lloran. 

Cuando te mueres vas al cielo y estás con los ángeles, el cielo no se acaba nunca, yo le preguntaba a mi abuela María Antonia cosas del cielo y de la muerte y cosas del fin del mundo y del Apocalipsis, ella me lo describía todo bonito y azul, todo para que yo lo entendiera. Dios te quiere. Y si te portas mal Dios se enfada. Y yo la acompañaba a misa para portarme bien y le pedía que me dejara el abanico, me gustaba ver cómo las señoras se abanicaban, cómo lo abrían de golpe y se daban en el pecho con el abanico desplegado, zap, zap, zap, zap, zap. Yo hacía lo mismo, déjame el abanico abuela, era eso o escuchar al cura. 

El sonido al abrir y cerrar un abanico es algo que me recuerda a la epístola a los corintios y al perdón de los pecados. 

Una tarde mi vecina Carmen me dijo que le metiera la mano por las bragas, que en las películas lo hacían. Yo jamás había visto nada de eso en las películas, pero obedecí, total, de cine nunca he entendido mucho.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran saga ésta. Lo que saldrá de aquí bien pudiera ser una novela, claro, con tintes de Erri de Luca o hasta del Umbral de "Memorias de un niño...". Me gusta.

NJSS dijo...

Hola, déjame contarte:

Hoy después de un día caluroso y podría decirse un mal día para las ventas, me fui a una biblioteca en el centro de Valencia que últimamente se ha convertido en mi pequeña casa de lectura. Como siempre dejo que el destino lleve a mis manos, es así como me encontré con tu primer libro. Al sentarme examine el libro como lo hago con todos, desde la tapas hacia el corazón..Me pareció interesante y termine por leérmelo sin necesidad de bostezos...

Simplemente felicitarte por tu gran trabajo ..y bueno invitarte a mi blog...soy sincero es tarde y mañana tengo que ganarme las pelas....Tengo tarea pendiente con tu blog y tus libros, pero desde ya puedo decir que la tarde se hizo mas placentera ante tus lineas!!!


saludos


http://desdoblamientointelectual.blogspot.com.es/

suerte!!

isabel bono dijo...

debes seguir con esto
en ese tono

y ess finales que dejas morir

oh
mi querido hombre cangrejo
oh

Danilo T. Brown dijo...

Gracias El céfiro, me has dado una referencia con Erri De Luca, voy a leer algo suyo.

Nelson, qué decir, para mí es un honor. Uno escribe cosas que piensa que nadie lee y a nadie le importan. Es un puto y jodido honor.

Gracias de verdad.

Cualquier cosa que necesites y yo pueda echarte un cable, dímelo.

Un abrazo.

Bono, sigo con esto, es un buen ejercicio ;)