Hay una consciencia del dolor que sobreviene mientras barres las pelusas de un piso vacío, una mudanza que implica deshacerse de partes, esquemas corporales, manos, piernas, ese lugar donde ella siempre se sentaba, lo ves, lo barres, el recorrido del dormitorio a la cocina, ella en pantalones cortos y preguntando que qué tal, el armario del cuarto de baño que ella se empeñó en comprar es lo único que dejas, que dejáis, ella se llevó la mesa del comedor, las sillas de madera, un armario, la cómoda, tú te quedas con el sofá y la cama, te quedas con las ganas de apoyarte en la pared. Y ahora con el piso vacío y mientras barres todo eso que no está, notas esa moneda de cobre, un cristal roto, lo que se te clava cuando empiezas a mirar y no ves nada. Aquí viste series de televisión, aquí abrazaste, aquí pensaste en el futuro, en la familia, en ese todo que es más que la suma de las partes. Te vas definitivamente, rompes, dejas de lado, abandonas. Barrer lo que queda por el suelo es como raspar la herida, me voy, me voy, dice la escoba. El suelo queda limpio. Tu conciencia no.
3 comentarios:
no lo barras, digo... borres
guárdalo para no olvidarte de
hay que guardar ciertas cosas
para no olvidar lo que fuimos
y, a ser posible, no repetirnos
y no escribas más
hasta que llegues
a otra casa, otra ciudad
otra vida
hoy empiezas
Es lo que tiene cagarla.
Que siempre queda algún resto en alguna parte, como memoria o como recordatorio. La mierda -también la sangre- se intenta aferrar a esta vida de la que quieren desterrar con uñas, dientes y lo que haga falta. Faltaría más.
Qué haríamos sin un váter hecho mierda, lugar en el que vomitar el vicio, follar y cerrar relaciones de pareja.
VD
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