lunes, 25 de noviembre de 2013

sunny side

Me costó aprender a vestirme solo, mi madre me decía lo que había que hacer, me decía levanta los brazos, ponte de pie, me iba vistiendo con el uniforme del colegio, me miraba las orejas para ver si estaban sucias, me ponía colonia, me quería, pero siempre estaba preocupada por algo, pendiente de algo, la compra, la cocina, la limpieza, lavar la ropa, el padre que está a punto de llegar, tenerlo todo en orden, llevarme al médico, al colegio, ir al psiquiatra. 


Mi madre me llevaba al colegio de la mano, entonces no me daba vergüenza darle la mano a mi madre, no pasaba nada por tocarse la piel o mirarse a los ojos y decir mamá, mamá. De camino al colegio pasábamos frente a un colegio público donde los niños iban sin uniforme, yo no entendía eso de ir sin uniforme, todos los niños eran diferentes, cada niño a lo suyo, era una mezcla rara, a mí me gustaba la homogeneidad de mi uniforme gris y azul marino, pertenecer al grupo, jugar en el patio como un equipo, ser miembros de algo. Ver a los demás vestidos igual que yo me daba confianza, éramos hermanos, nadie me quería pegar. Las peleas comenzaron cuando fui a vivir a Parla, cuando empecé a ir al colegio público, peleas, palabrotas, hacerse pajas en clase, vivir en Parla me enseñó a vivir como un salvaje, dejé de ducharme, empecé a salir al campo a tirar piedras. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

HOY



Hoy en Plasencia, en la Sala Verdugo a las 20:00 y en La Puerta de Tannhäuser a las 22:30. La vamos a liar parda.




lunes, 18 de noviembre de 2013

sobrevivir

Soy poeta, no sirvo para la novela, estoy intentando escribir la mejor novela del mundo, hay que apuntar alto, la mejor novela que haya escrito el ser humano, pero la mejor novela moderna, la novela que no pueda ser película ni serie de culto, la novela donde lo literario aguante por encima de la historia, donde el autor sea el protagonista, la novela sin trama, la novela sin nudos, la novela donde la única cosa que haya que contar sea la cosa que me ha ido pasando mientras el mundo gira y las constelaciones hacen lo suyo y las constelaciones hacen lo suyo que es girar también y marcarnos el camino y la luna sigue en tránsito por el signo de géminis, mucho cuidado esta semana, escribir la vida desde la realidad de la vida, no desde el filtro de la literatura, no desde el filtro del buen hombre temeroso de ese qué dirán, de ese ayer me lo crucé en el ascensor, escribir las cosas tal cual las cosas son tal cual las siente uno tal cual la mente depravada cuando toca ser esa mente depravada y oh, las manos en la boca, oh, qué dirán, qué van a pensar de nosotros los vecinos, estamos hechos de sexo y compasión y ganas de matar a hostias a ese que fuma junto a nosotros en una terraza mientras nos comemos nuestro menú de medio día.

Puedo sobrevivir, soy listo, puedo encontrar otro trabajo con relativa facilidad.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Patones


Hoy he ido a Patones, un pueblo de pizarra al norte de la Comunidad de Madrid. Se supone que iba a un pueblito de piedra perdido de la mano de dios, con mucho encanto, un pueblo de los de antes, con gente de pueblo y gatos en la calle, con ropa tendida, con abuelas que saludan y barren la entrada de la casa, pero resulta que Patones está lleno de restaurantes y casa rurales, es un pueblo de mentira, de cartón piedra, allí todo está demasiado cuidado, como nuevo, como recién construido en el siglo XII, hay cartelitos que explican su historia, hay un río, una fuente donde antiguamente lavaban la ropa, unos sitios donde aventar la cosecha y separar el grano de la paja, también hay lugares para cagar sin que te vean los vecinos, lo digo porque no podía aguantarme más y busqué un buen sitio para plantar un truño, nadie me vio, fui a lo alto del pueblo, donde hay algunas casa en ruinas que debían pertenecer al poblado más antiguo, y allí cagué y me limpié el culo, pisé un saltamontes sin querer y espanté un par de moscas. Luego, ya más ligero, busqué un lugar con buenas vistas para sentarme y disfrutar, y me senté, me daba el sol en la cara y corría algo de aire, me hice un par de fotos a mí mismo pero salí muy feo, empecé a pensar en el silencio, en la tranquilidad, empecé a pensar que en Parla no hay este silencio, cuando estoy en casa se oyen muchas cosas, ruidos de vecinos, ruidos de la calle, la música que pongo para no oír los otros ruidos. Pensé que el silencio de un pueblo como este debe ser bueno para algo, bueno para la salud, la tensión, los niveles de glucosa, no sé, bueno para respirar profundamente y sentir la vida sin tantas conversaciones ni olor a cigarrillos. Una vida sin teñir, una vida sin depilar. Una vida con plantas medicinales y pan con chorizo. Pero Patones es como un plató de televisión, todo está ahí para hacerle fotos, no tiene vida, sólo gente que viene en coche desde la cuidad para ver ese pueblo tan bonito y tomarse una caña y comer o cenar en uno de los diez o quince restaurantes que hay. Ah, y a hacerse fotos. Busco un pueblo pequeño, pero un pueblo de verdad, un pueblo donde se pueda vivir y se pueda salir a tomar una caña al bar y comprar el pan en la panadería y el pescado en la pescadería y la carne en la carnicería, un pueblo donde haya más vecinos que turistas y si te duele algo te tengas que joder porque el médico del pueblo sólo pasa consulta una vez a la semana y tienes que ser duro y apretar los dientes y buscar a la vecina para que te diga algún remedio natural. Un pueblo de esos en los que te endureces, te sale cayo en el cuerpo, te lavas con agua helada, te haces tú mismo la comida, te curas solo o la palmas. No un pueblo peripuesto para señalar las cosas y admirar las cosas, sino un pueblo sufrido, donde todos se conocen y se ayudan y se critican. Pero un pueblo con una ciudad relativamente cerca, para salir y gritar de vez en cuando. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

vida simple


Hoy, antes de ir a IKEA (porque he ido a IKEA a desayunar y a mirar sillones y sofás y mesas y sillas), me he despertado pronto y me he quedado tumbado en la cama mirando por la ventana. A través de la ventana se ven las ramas de un árbol que ya casi no tiene hojas y detrás de las ramas del árbol se ve un bloque de edificios. Hace años no se veían las ramas del árbol, solo el edificio, pero el tiempo pasa, los árboles crecen, la naturaleza hace su trabajo, nosotros terminamos la universidad, el árbol chupa agua y sales minerales, su corteza engorda y se endurece, le salen nuevas ramas, le salen nuevas hojas para absorber la luz del sol, nosotros buscamos trabajo, viajamos, nos casamos, alquilamos bungalows. Miro las ramas del árbol y el edificio que hay detrás mientras estoy tumbado en mi cama e imagino que podría estar en cualquier lugar del mundo. Aunque sé que estoy en Parla, nada me obliga a creer que estoy en Parla, podría estar en una habitación de un bloque de pisos en Berlín, o en Nueva York, o en un pequeño pueblo leonés mirando las ramas de un árbol a través de una ventana en una casa de piedra. No veo otra cosa. Las ramas se mueven con el aire, el cielo es gris, mi gata dice miau de vez en cuando. A las 7 de la mañana me gusta estar despierto sin necesidad de salir corriendo a ningún sitio, solo mirar por la ventana, ver un árbol, estar vivo, oír a la gata que dice miau de vez en cuando.